Simbiosis: ¿El Primer Grupo de Rock de El Agustino? Por Kike Larrea (9 de abril 2018)
La historia de Simbiosis, mi primer grupo de rock, quizás valga la pena contarla.
En 1985
Fredy Gil y yo trabajábamos en El Agustino. Vivíamos juntos en un departamento
de estudiantes en Pueblo Libre, pero pasábamos todo el tiempo en El Agustino.
Fredy enseñaba música a jóvenes en la Parroquia y yo trabajaba en Servicios
Educativos El Agustino (SEA) en el área de desarrollo urbano.
En enero de
ese año, habíamos decidido vender lo poco que teníamos para subirnos a un
ómnibus en viaje a La Paz. En la capital de Bolivia vendimos dólares en el
mercado negro para poder comprar los pasajes de avión que nos permitieron
asistir a un evento que nos cambió la vida: el Festival Rock in Río, el
primero.
De vuelta de
esa experiencia alucinante sólo teníamos una idea en la cabeza: montar un grupo
de rock.
En esa época, nuestro trabajo terminaba a golpe de nueve de la noche, pero, en vez de irnos a dormir, siempre encontrábamos algo que hacer con la gente del barrio. Normalmente, alguien sacaba una botellita de ron y se armaban unas magníficas tertulias en la sala de reuniones del SEA.
Las
tertulias estaban siempre llenas de jóvenes y de música: Jaime con su charango,
Fredy y yo en la guitarra, interpretando un repertorio marcado sobre todo por
temas de Charly García, Miguel Ríos, la nueva ola y la nueva trova. También
participaba el
padre Chiqui, que impresionaba a todo el público con su potente voz y sus magníficas
interpretaciones de Joaquín Sabina.
De esas
reuniones nació lo que en el barrio llamábamos una “mancha”, sentimiento de
pertenencia a un grupo que aún hoy, pese a los avatares de la vida, late en el
corazón de cada uno de los que formamos parte de ella.
Boogie
No sé cómo,
un día se apareció un muchacho con un estilo muy curioso, sobre todo para el
barrio. Era un tipo con pinta mezcla de hippie y motociclista: guitarra al
hombro, pañuelo sujetándole el pelo y casaca negra. Apareció seguido de una
comitiva de muchachos, que lo seguían con una actitud que lindaba con la
devoción.
Su nombre
era Fernando Tello, pero todos lo llamaban “Boogie”, sobrenombre tomado del
estribillo de una canción suya que todo su séquito conocía de memoria y cantaba
a todo pulmón, balanceándose al unísono.
Toda esa
banda de muchachos venía de la Sexta Zona, uno de los barrios más antiguos de
El Agustino. La mayoría tenía la piel dura, trabajaba en La Parada o eran
obreros, pero lo curioso es que no eran “achorados”, como la mayoría de
“lateros” del barrio, y tenían una deliciosa calidez en el trato.
Boogie tenía
algo que en ese entonces nos sentíamos incapaces de conseguir: un repertorio
propio. La primera vez que lo escuchamos, interpretó no menos de 10 canciones
suyas, totalmente originales, con letras que contaban sus experiencias
personales, cotidianas, con una música con un aire de country-rock latino.
Rápidamente
nos dimos cuenta de que habíamos encontrado lo que nos faltaba para montar un
grupo de rock. El problema es que, en esa época, en El Agustino no habían (o
nosotros no conocíamos) músicos de rock.
Conocíamos
excelentes músicos andinos, y chicheros extraordinarios, pero nadie que haga
rock. Habíamos tenido la oportunidad de escuchar a Hernán “Cachuca” Condori,
pero sólo conocíamos de él en esa época su repertorio de baladas y boleros
cantineros.
Decidimos buscar entonces a músicos “de afuera” y, como tacneños “exiliados” en Lima, recurrimos primero a músicos tacneños que conocíamos de la época del colegio en Tacna. Reclutamos entonces a Javier “Chiri” Salomón, ex-seminarista jesuita y ejecutivo de Galletas San Jorge, en la batería, y a Noé Flores, hoy reputado cirujano, que en esa época realizaba su internado en la Cayetano Heredia, en el bajo. Decidimos llamarnos Simbiosis.
Ensayamos y
montamos el repertorio del grupo en la parroquia y en el garaje de “Chiri”. En
los arreglos y la interpretación pusimos todo lo que conformaba nuestro
universo musical de la época: Charly García, Police, U2, Génesis.
Simbiosis
El motor era
Fredy, gran músico, gran guitarrista y un genio de la electrónica. Con muy
pocos recursos, él se las arreglaba para definir un sonido. De un teclado
Casio, prácticamente un juguete, sacaba sonidos de sintetizador. Él fabricó el
distorsionador de mi guitarra, a partir de un circuito de una vieja radio a
transistores. De piezas compradas en Paruro, montaba un amplificador para la
guitarra y la voz. Su energía era inagotable.
Fredy tocaba
mucho mejor la guitarra que yo (él me enseño a tocar cuando estábamos en el
colegio), pero en Simbiosis, a mi gran sorpresa, me encargó la guitarra y él se
dedicó a los teclados. Hoy estoy seguro de que lo hizo porque quería foguearme,
porque sabía que no íbamos a estar juntos durante mucho tiempo más.
Nuestros
primeros conciertos fueron en El Agustino. En la Sexta Zona, el barrio de
Boogie. Y en los Juegos Florales de la Parroquia del Agustino (la única foto
que conservo del grupo), donde compartimos el escenario con Del Pueblo, el
grupo fusión alternativo faro de la época.
![]() |
Volante de los Primeros Juegos Florales Agustianianos, octubre de 1985. Colección: Carlos Julián. |
Para mí, Simbiosis fue una de las experiencias pioneras en el movimiento de rock que nace en El Agustino y que sacude al Perú en los siguientes años, con grupos como Los Mojarras, La Sonora del Amparo Prodigioso o Kamuflage.
No es
casualidad que, en la única foto que conservo del grupo, aparezcan, tocando las
congas, Julián “Kilo” Franco, conguero de Los Mojarras e
inagotable animador cultural de El Agustino y, fumando sentado en el escenario,
un adolescente en esa época, “Schenique” Camargo, fundador, compositor y líder
de La
Sonora del Amparo Prodigioso.
![]() |
Simbiosis en los Primero Juegos Florales Agustinianos. Foto: Julián Franco. Archivo de Kike Larrea. |
Por último, nos conseguimos un estudio en Pueblo Libre (el estudio del finado Gerald Paz), donde grabamos tres temas, uno de los cuales, “De mi casa a la fábrica” estuvo en la programación de Radio Panamericana durante un par de meses. La letra de este tema está fuertemente influenciada por “Caballos de cartón” de Sabina, que todos conocíamos de memoria y que cantábamos a todo pulmón en esas tertulias inolvidables.
Fueron
inolvidables nuestras presentaciones en el Wifala, sala ubicada en las calles
de las pizzas de Miraflores, que llenamos en varias oportunidades con un
público entusiasta y cada vez más “fan”.
Nuestro
último concierto con la banda completa fue en el Wifala, apoteósico, a mediados
de 1986. Pero terminó con Fredy tocando sentado en una silla, pálido como una
hoja de papel, porque había rehusado terminantemente interrumpir el concierto,
a pesar de nuestra insistencia.
Fredy era un
muchacho con la energía de un tsunami. Pero, al mismo tiempo, era muy frágil.
Había nacido con una malformación cardiaca que, no obstante todos los esfuerzos
de su familia (operaciones y tratamientos interminables), terminó por
llevárselo. Después del concierto, terminó internado varias semanas en una
clínica. Un infarto se llevó a Fredy el 22 de noviembre de 1986.
![]() |
Fredy Gil. Foto: Rosa Villafuerte. |
La última
presentación de Simbiosis, sin Fredy, fue el 26 de julio de 1987 durante las
clasificatorias del Primer Concurso de Rock No Profesional. Organizado
por TalleRock con el apoyo de la revista Esquina, las
clasificatorias tuvieron lugar en el Club Rock Bar No Helden (mítico concurso
de rock alternativo en Lima).
Ese día
supimos que, sin Fredy, el grupo había perdido su columna vertebral. Hicimos el
concierto por él, con la pena de su ausencia, pero sabíamos también que, a
pesar de su rápido paso por nuestras vidas, nos había marcado con un sello de
amor, para siempre.
![]() |
Extracto del cuarto número de la revista Esquina, 1987. Colección: Jorge Bazo. |
Nota del autor: Este texto está basado en un post originalmente publicado en mi muro de Facebook, el 2 de enero de 2014.
Comentarios
Publicar un comentario